Ha vuelto a suceder, una nueva demostración del inmenso teatro de sombras en el que vivimos.
Allá por 2012, cuando todo parecía indicar que seguiríamos el mismo camino que la sufrida Grecia -rescate europeo, entrada de los “hombres de negro” para gobernar el país- el ministro de Hacienda, don Cristóbal Montoro (uno de los peores ministros, en general, de nuestra democracia) se sacaba de la chistera lo que él denominó “reajuste fiscal de fortunas en el extranjero”, y que el resto del mundo supo que era una amnistía fiscal descarada. En un principio quienes se ampararan en ella debían tributar un 10% del dinero que poseían en paraísos fiscales para ser “perdonados”. Si ya de por sí era vergonzosa tal bajada de pantalones del Gobierno ante el capital, más tarde se descubrió que las personas que decidieron formalizar su situación (un número irrisorio al final del total que debía hacerlo) tributó un pírrico 2-3% de sus pantagruélicas fortunas a cambio del perdón, de mirar a otro lado y seguir disfrutando de su desfalco.
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