Leer a ciertos filósofos —clásicos en su mayoría— es asomarse a la ventana del tiempo y darse cuenta de que, en realidad, poco o nada hemos cambiado desde hace 5.000 años. Seguimos con los mismos sueños, con los mismos miedos, con las mismas miserias; en nuestras cabezas continúan revoloteando una y otra vez las mismas preguntas sin que el paso del tiempo y la evolución tecnológica hayan conseguido todavía darle respuesta.
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