En otro artículo hablé de mi terrible experiencia con Netflix, ese gigante del llamado streaming que tanto ha revolucionado el panorama del entretenimiento visual; explicaba en aquel pequeño texto cómo me asomé a mi particular Mordor personal, conseguí rechazarlo y no lancé mi vida por la borda.
Bien, eso fue hace unos meses. La cosa ha cambiado significativamente.
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